¡Hola
Nahia!. –Me dijo con su perfecta sonrisa.
¡Hola
Derek!. -Con voz de tonta perdida.
También
saludó a Tea, pero no igual que a mí. A ella la saludó con un tono
más... no sé como decirlo, más... amistoso. Luego antes de irse
con sus amigos que lo esperaban para entrar a clase, me susurro al
oído:
-Estas
muy guapa hoy.
Luego se
fue. En ese momento me quedé de piedra, y Tea como era de esperar
también.
-¿Se
puede saber que ha sido eso?. –Dijo Tea muy asombrada por lo que
había ocurrido.
-Pues la
verdad... no lo se. Yo también me he quedado atónita.
De
repente, sonó el timbre y todos los dirigimos al gimnasio. Nos
tenían que decir en que clase nos tocaba y cual seria nuestro tutor
y todo el rollo que te suelen soltar el primer día. Estábamos
sentadas en las gradas, y casualmente mire hacia abajo y allí estaba
él, Derek. Estaba pensando en lo que había pasado con él horas
antes. ¿De verdad me había susurrado al oído, que estaba
muy guapa?, ¿a mí?, ¿a la chica que pocas veces saluda?.
Definitivamente
hoy era un gran día. Deje de pensar en Derek y me puse a atender a
lo que decían. Antes de que acabara de explicar el profesor, me
volví a dar la vuelta y vi a un chico que me llamo mucho la
atención. En ese momento empezaron a nombrar todos los que iban a
nuestra clase, y casualmente, lo nombraron a él. El chico que me
había llamado la atención iba a nuestra clase. Después de todo
eso, nos dirigimos a nuestra nueva clase. Era enorme y súper
luminosa.
El
profesor de matemáticas que casualmente era mi tutor, minutos antes
de que terminara la clase dijo:
Hoy
también se incorpora a la clase, un alumno nuevo, se llama Dorian.
En ese
momento Dorian, que es como se llamaba el chico fue hacia el profesor
para presentarse. El chico parecía tímido y reservado. Lo mire y
por un largo momento mantenimos nuestras miradas fijas, hasta que el
la aparto.
Me llamo
Dorian y tengo 17 años. Antes vivía en Francia, pero por motivos de
trabajo de mi madre nos tuvimos que venir a vivir aquí.
Después
de un momento de silencio, el tutor volvió a hablar, y Dorian por
vergüenza, se fue a su sitio. En ese momento sonó el timbre.
Él salió
corriendo de la clase y tras él salimos Tea y yo. Empezamos a
gritarle para que parara. Y después de tanto gritar, se paro.
Hola, me
llamo Nahia y ella es Tea.
Yo soy...
Dorian.
Lo
sabemos, vamos contigo a clase. -Dijimos Tea y yo.
Tea y yo
nos miramos y seguimos nuestro camino. Que raro es ese Dorian.
Pasaron
las horas y por fin llegó la hora del patio. Ese momento que tenemos
Tea y yo para hablar de nuestras cosas sin tener que controlar
nuestra voz. A lo lejos, vimos a Dorian. Estaba si no me equivoco con
su IPod, escuchando música y comiéndose su bocadillo. Se me ocurrió
ir a llamarlo y decirle que se viniera con nosotras, para que no
estuviera tan solo, pero se me paso la idea rápidamente.
Tea me
corto el rollo diciéndome que había conocido a un chico.
Ay Nahia,
he conocido a un chico genial. Es perfecto, atento, guapo,
simpático... ¡ME ENCANTA!
Uy, por
el tono en el que me lo dices, te debe de gustar mucho, mucho.
Pues sí,
nunca había conocido a un chico como el, de veras te lo digo. –Con
una sonrisita tonta.
Nunca
había visto a Tea así. Estaba feliz por ella.
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